Helena Bianco: «Grabar ‘Pasaporte a Dublín’ con Valerio Lazarov era agotador»

Entrevista por Darío Ledesma de Castro

Helena Vázquez Minguela, conocida artísticamente como Helena Bianco, nació en Valladolid en 1948. La música ha sido, casi desde esa misma fecha, su gran pasión, y poco a poco fue desarrollando su talento como cantante hasta que en los años 60 comenzó a convertirse en uno de los nombres clave del pop español. Se define como una persona luchadora, y tal vez por eso su carrera artística ha abarcado varias décadas y cuenta con una amplia discografía, así como importantes triunfos en festivales nacionales e internacionales. Ha sido (y es) la voz del mítico conjunto Los Mismos, famoso por éxitos como “El Puente”, “Voy a pintar las paredes con tu nombre” y “Ata una cinta alrededor del viejo roble”, con los que participó en el programa de Televisión Española “Pasaporte a Dublín” (1970), donde coincidió con Nino Bravo. Ahora, después de tantos años en el mundo de la música, Editorial Milenio publica su autobiografía, “Helena Bianco: Entre el Cielo y el Suelo”, en la que abre su corazón y sus vivencias a sus miles de admiradores.

Helena, ¿cómo empezaste en el mundo de la música?

Empecé muy pequeñita, con apenas 8 añitos, cantando en festivales infantiles en Valladolid. Estuve cantando asiduamente hasta los 12 años, cuando hice un parón y me matriculé en el conservatorio para cursar solfeo y piano. Dos años después retomé de nuevo las actuaciones amateurs, con la idea de avanzar en ese mundo.

¿Cuál es el origen del grupo Los Mismos?

Su creación fue bastante casual. Yo solía cantar zarzuela acompañada por un pianista, y este se puso enfermo cuando teníamos un festival en el auditorio del Campo Grande. A través de un amigo conocí a Toby y a Benjamín, quienes se ofrecieron a acompañarme en esa ocasión con la guitarra. Hicimos aquella actuación y continuamos ensayando. Poco a poco decidimos crear el trío, llamando inicialmente Los Jolly’s, y empezamos a realizar pequeñas giras por los pueblos de Valladolid junto a otros aspirantes a artistas, bajo el nombre de «El Carro de la Alegría«. Posteriormente participamos en festivales de grupos adolescentes.

¿Cuándo os llega la oportunidad de grabar vuestro primer disco?

Muy pronto marchamos a Madrid a buscarnos la vida y nos costó mucho tener una oportunidad. En 1965 nos enteramos de que el sello Columbia buscaba a un grupo para lanzar en España la adaptación de la canción «Supercalifragilístico expialidoso» de la banda sonora de Mary Poppins. Nos presentamos en sus estudios para hacer la prueba y nos ficharon para los siguientes tres años. Allí tuvimos varios éxitos, en seguida tuvimos temas populares.

Elena Vázquez Minguela se ha dedicado al mundo artístico desde su más tierna infancia.

Primer disco de Los Jolly’s, publicado por Columbia en 1965.

¿Cómo era en aquella época el proceso de grabación de un disco?

Era totalmente precario, al menos lo que nos tocó vivir los primeros años en Columbia. Se grababa todo a la vez, orquesta y voz. De hecho, la grabación de «Supercalifragilistico expialidoso» fue agotadora porque había una orquesta muy grande en el estudio y la mezcla la hacían con la grabación en directo. ¡Si uno de los músicos se confundía teníamos todos que parar y repetir! Aquello era muy pesado y el milagro era que todo sonase bien. Todo cambió cuando firmamos con Belter en 1968 y nos convertimos en Los Mismos: grabábamos en un estudio muy bueno de Barcelona y además se empezaba a grabar por pistas.

Inicialmente nos informaban de las canciones que teníamos que cantar y, en el caso de que fueran canciones de Belter o que se hubieran compuesto para nosotros, las escuchábamos en el estudio con el autor a piano o guitarra. Cuando la canción era presentada por una editorial ya tenías una base musical para escucharla, incluso con voz guía. Después venían los ensayos, aprenderse la canción de memoria y grabarla en el estudio. No existía posibilidad de «corta y pega», tenías que grabar toda la toma completa aunque la voz fuera en una pista separada. El proceso era muy complicado. Incluso el efecto de voz reverb no se hacía como ahora en un ordenador, sino que teníamos que volver a grabar la voz encima de la pista original a la perfección. Era más artesanal, pero para mí tenía un encanto superior a lo de ahora.

En 1970 ya erais un grupo consolidado. ¿Cómo os llega la oferta de TVE para participar en «Pasaporte a Dublín«?

Esto era una negociación entre las discográficas y Televisión Española. Yo creo que las discográficas proponían a sus artistas más importantes o interesantes para defender a España en Eurovisión, y entre todos ellos hacían la selección. La idea de crear ese «Pasaporte a Dublín» fue original y buenísima, porque normalmente se elegía un intérprete o grupo entre varias propuestas de casas discográficas, o bien se realizaba un concurso de una selección de canciones. Ese programa fue genial, y posteriormente lo han copiado mucho en varios formatos. Fue un acierto, algo muy positivo para la música y para nosotros. Tuvo muchísima audiencia porque el público se debatía durante varias semanas entre los participantes y, aunque solo había un ganador, realmente nos lucimos todos. En cada programa se trabajaba un estilo y tipo de canción diferente… Era una exhibición absoluta de todos nosotros.

Uno de sus grandes éxitos con la discográfica Belter: con «El Puente«, Los Mismos ganaron el V Festival de la Canción de Mallorca (1968).

Los Mismos (Toby, Benjamín y Helena) junto a Víctor Carrasco, músico y gran amigo de Nino Bravo.

¿Recuerdas cómo conociste a Nino Bravo?

Nino y yo nos hicimos buenos amigos y traté bastante con él después de «Pasaporte a Dublín«. Era reservado, discreto y muy tímido, pero un profesional como la copa de un pino. Nino era muy especial. Cuando hablábamos, la mayoría de nosotros tenía el convencimiento de que era muy posible que Nino fuera elegido como representante en Eurovisión. La verdad es que teníamos muchísimo trabajo, pero también mucho tiempo para relacionarnos, porque fueron muchos meses compartiendo horas y horas en los estudios de televisión. Con Nino hice mucha amistad posteriormente, cuando coincidimos en varias galas. Nos contábamos cosas de nuestra vida privada y profesional.

¿Cómo era el proceso de grabación de «Pasaporte a Dublín«?

Primero se hacía la selección del repertorio y después se ensayaba para ver cómo quedábamos cada uno de los intérpretes con las canciones asignadas. El audio de las canciones se grababa previamente en un estudio, probablemente en Sonoland o Torre Sonido, y después rodábamos el video. Era necesario tener antes la voz grabada, porque había actuaciones en las que estábamos saltando, bajando de una escalera, en una montaña rusa…

Cuando uno se presenta ahora en un programa de televisión, se suele hacer un breve ensayo con cinco cámaras. En «Pasaporte a Dublín» a lo mejor eran dos cámaras, y por eso las actuaciones eran auténticos videoclips. Si pensamos en los medios que se tenían y el resultado conseguido, es una verdadera pasada. Es muy importante que las nuevas generaciones conozcan lo que era el medio en aquella época, cómo se trabajaba y la precariedad que existía. Deberían realizase conferencias y charlas en las universidades para poner en valor el trabajo audiovisual de esos años.

Fotografía de «Pasaporte a Dublín» donde aparecen casi todos sus participantes. Fila superior, de izquierda a derecha: Benjamín, Cristina Stop, Encarnita Polo, Dova y Toby. Fila inferior: Conchita Márquez Piquer, Karina, Nino Bravo, Jaime Morey, Helena Bianco y Junior.

¿Recuerdas alguna anécdota que te ocurriera durante la grabación del programa?

Yo no soy de anécdotas, pero tenemos que haber vivido un montón de historias. Lo que más recuerdo es el miedo que yo tenía a la alfombra mágica, o cuando te hacían grabar la introducción de una canción en un precipicio. Me ponía a temblar cuando le tocaba hacer el programa a Valerio Lazarov. Llegaba a tener verdaderos ataques de histeria y de llanto por no querer tirarme por la alfombra mágica o volverme a maquillar de cero. Era un cansancio terrible. Grabar con Fernando García de la Vega era más relajante, pero con Valerio era agotador.

A medida que se acercaba el último programa, ¿teníais alguna idea de que Karina podría ser la ganadora?

Creo que yo sí, pero no puedo hablar por el resto de los participantes. Creo que se intuía, había algo en el ambiente, aunque no sabría explicar el qué. Cuando se supo la decisión final del jurado, todos nos miramos y estábamos convencidos… Creo que sospechábamos que la decisión iba a ir por ahí, porque Karina era muy joven y popular, tenía una imagen característica y muy diferente a lo que se había presentado hasta el momento en el festival. Los Mismos, eso sí, estábamos convencidos desde el primer momento de que no íbamos a ser los elegidos porque entonces aún no iban grupos a Eurovisión, al menos representando a España. Nuestro objetivo era la promoción y aparecer en televisión. Nosotros le dimos un toque diferente, incluso íbamos con las coreografías ya montadas. Lo que yo resaltaría es que en el programa hubo grandes voces solistas como las de Nino Bravo, Concha Márquez Piquer, Dova, Rocío Jurado o Jaime Morey. Eran grandes baladistas. Junior tenía otro estilo, igual que Karina. La selección de artistas se realizó muy bien. A Nino el programa le vino mejor que a nadie; empezó a despertar la admiración de todo el público y de sus compañeros.

¿Guardas algún recuerdo especial de Nino?

Me acuerdo que me hablaba de Amparo, su novia, con mucha emoción: «Tienes que conocerla, no te quepa duda de que con esta mujer me voy a casar«. ¡Y eso que él era un hombre que no hablaba con nadie de sus cosas! Después me la presentó un día en el que ambos trabajábamos en un parador en Valencia y yo, que creo mucho en la reencarnación, le dije: «Nino, esto es karma. Fíjate que hasta os parecéis físicamente, tenéis algo similar«. Yo creo que estaban predestinados el uno al otro, segurísimo. Aquello me hizo mucha gracia… Como yo era discreta, a él le gustaba hablar conmigo en el camerino o mientras esperábamos para actuar. Teníamos cierta confianza.

En otra ocasión, Los Mismos recibimos la Insignia de Oro de la Ciudad de Valladolid y, como colofón, se organizó un festival homenaje multitudinario en el Teatro Carrión. Vinieron Lou Barreto, Rumba 3, Cristina, Los Quando’s y, por supuesto, Nino Bravo. Fíjate si sería tímido, que en las fotografías que conservo aparecen casi todos los artistas en primer plano en el escenario excepto Nino, del que solo se ve la cabecita al fondo. Así era él, no le iban la parafernalia ni el bullicio. Ese era Nino.

Vídeo con la presentacion de Los Mismos en el primer programa de «Pasaporte a Dublín» en TVE, octubre de 1970. 

Fotografía tomada en el Teatro Carrión de Valladolid, en el que podemos ver a Nino Bravo al fondo del escenario.

¿Cómo te enteraste del triste fallecimiento de Nino Bravo?

Ese mismo 16 de abril yo viajaba de Valencia a Madrid, y cuando pasamos por Tarancón vimos un accidente, pero ni nos imaginábamos que podía ser Nino. Esa carretera era y es nefasta. Supimos la noticia al llegar a Madrid; me llamó Cristina y me dijo que Nino había muerto en aquella misma zona. Entonces supe que era el mismo accidente que habíamos visto. Hicimos un funeral en Madrid al que fuimos sus más allegados, y después se hizo un gran festival en la Plaza de Toros de Valencia. La muerte de Nino fue muy impactante, un auténtico trauma. Fue un palo muy duro porque le queríamos mucho. Ocurrió en su momento más álgido pero, para el poco tiempo de carrera que tuvo, se le sigue recordando por ser un gran profesional, gran compañero, una persona seria…

De toda tu trayectoria profesional, ¿cuál dirías que ha sido tu mejor momento o experiencia?

Ha habido muchos. He saboreado el éxito, el aplauso y la ovación muchas veces. Podría ser nuestros triunfos en el Festival de Mallorca con «El Puente» y «Catalina«, o mi viaje por Europa cantando para los españoles residentes en Bélgica, Alemania y Holanda. ¡Hay tantos! También estoy muy orgullosa del concierto homenaje a Rafael Alberti con música contemporánea porque me ha dado mucha felicidad, aunque también mucho dolor. Más recientemente, otro de esos momentos en los que me he vuelto a sentir elevada en el escenario fue mi participación en La Voz Senior. No me podría quedar con uno solo. Cada vez que uno gana un festival, el subidón que te pega es tremendo.

Último programa de «Pasaporte a Dublín». De izquierda a derecha: Rocío Jurado, Cristina, Helena Bianco, Nino Bravo, Encarnita Polo, Conchita Márquez Piquer y Karina.

Actuación de Los Mismos en el III Festival de la Canción del Atlántico, en Puerto de la Cruz (Tenerife).

Después de tantos años de carrera, ¿cómo te decides a escribir tus memorias?

Hace muchos años, un amigo periodista me dijo que quería escribir mi vida porque la encontraba muy interesante. Aquello se quedó en agua de borrajas, pero con la llegada del coronavirus y el posterior confinamiento me dio por ordenar mis cosas en el estudio. Descubrí agendas y cuadernos que tenía guardados, todos llenos de poemas que había escrito en los años 60 y 70. Yo ni me acordaba de todo eso, empecé a leerlos y me llamó la atención que el contenido era muy triste. Tristeza al recordar mi vida en el barrio, cuando me quedaba en hoteles porque no estaban mis hermanos conmigo, al separarme de mi hija, por la soledad de mi matrimonio… Se me ocurrió hacer un poemario, y para darle contexto empecé a escribir una prosa que hablaba del momento que estaba viviendo. Cuando ya tenía varias páginas tuve la idea de dedicar ese tiempo de confinamiento a recordar y escribir toda mi vida, desde que era una niña hasta el momento actual con la canción «A tu lado» dedicada a los mayores. Aunque no me la publicasen, la tendría para mí porque iba a ser una terapia buenísima.

¿Qué es lo que más va a sorprender a tus admiradores al leer este libro?

Toda mi vida, en general. Mis fans conocen mi carácter impulsivo y saben que soy luchadora e intento no venirme abajo porque lo suelo contar en entrevistas y conciertos. Sin embargo, no conocen a la otra Helena Bianco. Mi primer título para el libro era «Las dos Helenas«, porque hay dos Helenas en mi historia. Van a descubrir mi filosofía sobre la vida, la ambición, el materialismo, las guerras, las soledades, las infidelidades, los baches que me ha puesto el camino… Aparte de todo lo artístico, por supuesto. Lo he escrito todo, incluso pensamientos que se narran a través de poemas. Es mejor así, porque si cuento ciertas cosas de forma cruda sería muy duro de escribir y de leer. Conocerán mis subidas y bajadas en la vida: de estar arruinada a tener un bienestar relativo. En el libro lo cuento absolutamente todo: los colegios de monjas, mi etapa con Alberti, los musicales, cuando fui a Corea del Norte, mi participación en La Voz, las decepciones, las alegrías, las traiciones, mi primer matrimonio, mi hija, mis nietos… Es un libro muy descriptivo. Hay personas que lo están leyendo y me dicen que lo mejor del libro es lo bien que se lee, tiene mucho ritmo.